
Cristo y Krishna: la aspiración y la gracia
Cristo
y Krishna constituyen figuras arquetípicas en las concepciones
espirituales de Occidente y de Oriente (la India); sus enseñanzas
han modelado el pensamiento espiritual de ambos.
Ambas
figuras enfatizan el papel del amor, y las dos son consideradas
manifestaciones del amor divino. La enseñanza de Jesús
habla del amor como el valor más elevado, y Krishna es
considerado como una encarnación divina que personifica
el amor y el encanto de la Divinidad. Al Dios Padre de Jesús
se llega a través del amor, y Krishna sólo puede
ser atado por el lazo del amor del devoto.
-
Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante
de la ley?
- Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo
tu ser y con toda tu mente - le respondió Jesús,
(Mateo 22.36-37).
Entrégame
tu mente y tu corazón, dedícame todas tus ofrendas
y adórame; si haces esto, te prometo que vendrás a
Mí y te harás uno conmigo, pues en verdad te amo,
(Bhagavad Gita XVIII.65).
En
la vida de Cristo vemos la entrega del devoto a Dios; a través
de sus enseñanzas y de su ejemplo vemos los esfuerzos de
esta entrega. La muerte de Jesús en la cruz representa este
sacrificio del propio ego en la rendición al Divino.
En
la vida de Krishna vemos, principalmente, la entrega de la Divinidad
al devoto. En el Bhagavad Gita y en el Srimad Bhagavatam, Dios,
encarnado en Krishna, habla en primera persona. Es difícil
encontrar una declaración tan directa de Dios mismo en las
obras religiosas de la humanidad. Krishna, hablando desde el punto
de vista del Absoluto, el “Dios Padre” de Jesús,
explica su forma de actuación respecto al universo, los seres
vivos y los devotos.
A
través de sus palabras descubrimos que la motivación
de los actos de Dios, cuando interviene en su Creación, es
ayudar a su devoto. En el planteamiento hindú Dios no premia
ni castiga, de eso se encarga la ley del karma, por la que uno recibe
lo que da, bueno o malo.
Krishna
declara que no tiene nada que ganar en todo el universo, pero sigue
actuando sin esperar fruto, y que está con aquellos que están
con él, sin perder de vista a ninguno de sus devotos. Por
amor a ellos la Divinidad es capaz incluso de inflingir las leyes
del karma, absorbiendo en sí misma todas las consecuencias.
La gracia de la Divinidad, cuando hay amor por medio, es imprevisible
e impredecible, más allá de toda lógica humana.
Debido
a estos dos enfoques diferentes podemos ver que en Occidente la
religiosidad enfatiza el esfuerzo del individuo por superarse y
perfeccionarse, mientras que en Oriente se enfatiza la gracia de
Dios y la apertura hacia ella.
¿Cuál
de las dos posturas resultaría más adecuada? Obviamente,
las dos: nuestro esfuerzo personal adecuado puede llevarnos hacia
la gracia Divina, a volvernos receptivos a ella e incluso a trabajar
con ella.
La estrella de seis puntas, formada por la conjunción de
un triángulo que apunta hacia arriba y otro que apunta hacia
abajo, es un símbolo muy presente en la tradición
de los Siddhas de la India. Representa la unión con la divinidad,
la unión de los contrarios, Shiva y Shakti (consciencia y
energía, principio masculino y principio femenino) o la unión
del devoto con la Divinidad. El triángulo que apunta hacia
arriba representa también los esfuerzos del devoto por ganar
la gracia divina, la aspiración por la divinidad. El triángulo
que apunta hacia abajo representa el descenso de la gracia divina
sobre el devoto.
La llamada del buen pastor
Existen
más paralelismos en las vidas de Cristo y Krishna. En su
niñez Krishna fue un pastor de vacas; “Gopala”,
uno de los muchos nombres de Krishna, significa “protector
de las vacas”. Jesús habla de sí mismo como
“el buen pastor”:
Yo
soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas,
(Juan 10.11).
A
Krishna se le representa tocando una flauta. Ante su sonido todas
las criaturas, animales, hombres y mujeres, cesaban sus cometidos,
y se quedaban extasiados por momentos, olvidándose hasta
de sí mismos: “Ellos miran a Krishna, ellos escuchan
a Krishna, y no piensan en nada más que en Krishna”
(Srimad Bhagavatam).
Krishna
representa también el aspecto seductor y arrebatador de Dios,
un aspecto que en Occidente no se conoce, salvo en los poemas de
amor divino de místicos como San Juan de la Cruz o los santos
sufíes. El sonido de la flauta de Krishna representa la llamada
de la Divinidad, que nos saca de nuestra fascinación por
el mundo y nos llena de nostalgia por lo Divino, para que volvamos
a nuestro hogar. Igual que Krishna se escondía en el bosque
de las pastoras devotas de él, Dios se oculta en su propia
creación para dar a sus devotos la alegría sin fin
del reencuentro con el Amado.
También
se dice que igual que el sonido de la flauta guiaba a las vacas
a su establo, la llamada interna de la aspiración debe reconducir
nuestros pensamientos hacia nuestra meta.
Maestros
como Jesús y Krishna conocen a su rebaño, se dirigían
a aquellos destinados a ser sus discípulos. Hay una relación
entre un aspirante espiritual y su maestro, más allá
del tiempo y de las vidas, que el aspirante puede reconocer en el
fondo de su corazón, más allá de la razón,
como el sonido de la flauta del buen pastor. El maestro aparece
(o quizás, se “hace visible”) en la medida en
que el discípulo está preparado para oír esta
llamada interna. Esto es lo que significa “ser puro de corazón”:
cuando uno está capacitado para oír y seguir la voz
del propio corazón, porque se ha librado de condicionamientos
mentales externos, de razonamientos e intereses meramente egóticos:
Bienaventurados
los puros de corazón, porque ellos verán a Dios,
(Mateo 5.8).
Los
que pueden oír la voz de su corazón podrán
reconocer a la Divinidad cuando pase por su lado, no importa que
se disfrace de Jesús, de Krishna, de Rama, o de mendigo.
Quizá ése es el juego divino, esconderse en las formas
más insospechadas. Todos podemos reconocer a Jesús
ahora, pero cuando se presentó ante sus apóstoles
era un vecino más de un pueblo cercano, Nazaret, del que
“nada bueno podía salir”.
Natanael
le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?, (Juan
1.46).
¿Podrían
los adoradores de Jesús, descubrirlo ahora si se presentase
ante ellos con otro aspecto? ¿Dejarían todo lo que
conocen hasta ahora para seguir a este desconocido? Un capítulo
gracioso del Srimad Bhagatavam narra cómo las gopis, las
pastoras mujeres de los sacerdotes, los brahmines, les dejaron realizando
sus ritos religiosos para escapar en secreto al encuentro de Krishna,
al encuentro de la Divinidad. Los mismos fariseos y pontífices
del templo, presuntos adoradores cercanos a Dios (y al orden establecido
por ellos mismos), fueron los que provocaron la muerte de Jesús.
Las
gopis, los que tienen un corazón puro, pueden percibir la
llamada divina, e incluso atar al elusivo Krishna con el lazo de
su aspiración. Ésa es la diferencia entre seguir un
patrón religioso establecido y seguir el propio corazón.
Pero Dios no acepta rituales ni dogmas ni teologías, sólo
acepta corazones. Bien se reía Jesús de los pontífices,
los presuntos acaparadores de la santidad, socialmente reconocidos
(y detentadores también de influencia y poder):
Os
aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas irán
antes que vosotros al Reino de Dios, (Mateo21.31).
Se
dice que Dios es como un comprador de oro, que adquiere imágenes
fundidas de diferentes representaciones de la Divinidad. No le importa
de qué sea la imagen que compra, lo único que mira
es si el oro es puro o si es de baja calidad. Igualmente, el Divino
entrega su gracia al devoto, no por la mejor o peor imagen o concepto
que tenga de Él, sino por la calidad del oro de su aspiración
y de su devoción.

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