
La llama de la aspiración divina
Dichosos
los que lloran, porque serán consolados, (Mateo
5.4).
Dichosos
los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados,
(Mateo
5.6).
Probablemente
la cualidad más importante que necesita un yogui es la aspiración.
La aspiración es la llama interna, el anhelo contante por
la Divinidad, por lo más elevado. Es la voz de nuestra propia
alma que busca su manifestación en la forma. Sri Aurobindo
ha hablado bastante de ella en sus escritos, enfatizando su papel
básico en el desarrollo espiritual del yogui.
La
aspiración es el motor que nos impulsa en nuestra práctica
y en nuestro avance hacia la Divinidad. La aspiración nace
a veces tras una experiencia negativa o de pérdida, en la
que comprendemos que el mundo intemporal es un lugar muy limitado
para buscar nuestra felicidad, y entonces emprendemos la búsqueda
de una verdad más elevada. O a veces nace espontáneamente,
como gracia divina, o como la expresión de nuestra propia
alma, que intenta abrirse paso en nuestra experiencia cotidiana.
Sea
como sea, Jesús llama dichosos a aquellos que sienten esta
sed por lo Divino; una sed que tarde o temprano les conducirá
al Reino de Dios.
Ninguna
técnica yóguica puede sustituir a la aspiración;
sin ella no llegaremos muy lejos en nuestro camino. Más bien,
nuestra propia aspiración atraerá, en un momento dado,
las técnicas, los recursos y los maestros que necesitemos
para nuestro avance:
Vosotros,
pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer,
ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa
inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo;
pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán
añadidas, (Lucas 12.29-31).
La
llama de la aspiración, ubicada en nuestro corazón,
podemos alimentarla igual que los sadhus, los renunciantes de la
India, alimentan constantemente un fuego ceremonial. Nuestro fuego
interno lo alimentamos cada día mediante el Yoga de la devoción,
buscando la compañía divina, aquellas lecturas, personas
o santos que hacen arder nuestro fuego divino. En India siempre
se ha valorado extraordinariamente la importancia del Satsang, de
la compañía inspiradora de personas entregadas a su
crecimiento espiritual. Se dice que basta un instante en tales compañías
para cambiar la vida de una persona.
Y
se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba
las Escrituras?, (Lucas 24.32).
Uno
puede siempre disfrutar de tales compañías, aunque
sea leyendo libros inspiradores. Cada estudiante sabe lo que mejor
le inspira, es libre para elegir el combustible que arde mejor en
su propio fuego.
El
fuego divino de la aspiración, igual que el Reino de los
Cielos, nace como una pequeña chispa, pero, convenientemente
alimentado, irá creciendo hasta convertirse en una llama
radiante que, como la zarza ardiente que se encontró Moisés,
consumirá y renovará al devoto en su fuego divino.
El yogui va entregando a ese fuego sus apegos y sus rasgos inferiores,
y finalmente acaba entregando toda su vida y su personalidad a esta
aspiración por lo Divino:
Con
constante anhelo por disolverse en el Espíritu Interior y
firme determinación en el Conocimiento de la Verdad que nos
lleva a la liberación: en verdad, esto es el auténtico
Conocimiento que nos conduce a la Visión Espiritual. Todo
lo que se oponga a esto es ignorancia, (Bhagavad Gita XIII.11).
Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa, la encontrará, (Mateo 16.25).
Aquéllos
que me entregan las riendas de su vida, adorándome continuamente
con su amor, teniendo en Mí una Fe inamovible, éstos
son los que Yo considero como los mejores devotos, (Bhagavad
Gita XII.2).
En
realidad este fuego de la aspiración es la propia Divinidad
interna que busca su manifestación completa en nosotros:
Soy
las palabras santas, el santo alimento, el fuego santo, y también
la ofrenda que consume el fuego en el holocausto, (Bhagavad
Gita IX.16).
Por
ello se dice entonces que, en realidad, el buscador en nosotros
es lo buscado. Una paradoja que se resuelve cuando el devoto ofrece
a la Divinidad el fuego de su propia aspiración, de su anhelo
desbordado por lo Divino, y Ésta se lo transmuta en puro
gozo. Un gozo que consume y renueva al devoto, que encuentra de
este modo al Amado dentro de sí.

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