
Bhakti Yoga: convirtiendo el agua en vino
Jesús
dijo a los sirvientes:
- Llenad de agua las tinajas.
Y los sirvientes las llenaron hasta el borde.
- Ahora sacad un poco y llevadlas al encargado del banquete -
les dijo Jesús.
Así lo hicieron. El encargado del banquete probó
el agua convertida en vino sin saber de dónde había
salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían
sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio y le dijo:
- Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya
han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú
has guardado el mejor vino hasta ahora.
Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús
en Caná de Galilea. Así reveló su gloria,
y sus discípulos creyeron en él, (Juan
2.7-11).
Las
emociones conflictivas son una de las principales dificultades que
tiene que afrontar el aspirante espiritual. Pero si estas emociones
son transmutadas, cuando convertimos el agua de la emoción
en el vino del gozo espiritual, tenemos entonces un gran aliado
a nuestro lado para avanzar en nuestro sendero. Necesitamos saber
cómo realizar esta alquimia.
Las
emociones son una forma de energía, y a esta energía
hay que darle una salida, hay que canalizarla. De otro modo, si
se reprime y se concentra, llega un momento que puede estallar y
crear problemas. La energía no se destruye, pero puede ser
reconducida y transformada, produciendo así un beneficio
donde antes producía daño.
Existen
diferentes niveles en el manejo de las emociones conflictivas. El
primer nivel es como apagar un fuego antes de que se convierta en
un incendio. En nuestra vida cotidiana se dan situaciones que nos
producen reacciones emocionales conflictivas: ira, enfado, confusión,
desánimo, etcétera. A veces, antes de que se disparen
estas emociones, disponemos de un momento de consciencia en el que
podemos elegir rechazar tales respuestas emocionales. Es como si,
en medio de un bosque, se nos cayera una cerilla encendida al suelo.
En ese momento, si nos damos cuenta de lo que sucede, podemos apagarla
antes de que prenda en el matorral e incendie el bosque, y lo hacemos,
sin mayores consecuencias. Ese instante de consciencia se nos presenta
en nuestra vida cada vez más, conforme seguimos una práctica
yóguica que nos impida responder de forma inconsciente y
automática a los estímulos externos. Apagar la cerilla
así no supone un desgaste emocional, no deja rastro en nosotros;
más bien evita a tiempo un gran estallido y un posterior
agotamiento emocional.
El
siguiente nivel de manejo de emociones es cuando el fuego ya ha
prendido, cuando el bosque ya está en llamas. Ahí
no podemos hacer como que no pasa nada; ha habido un desbordamiento
emocional dentro de nosotros por una situación externa, y
lo conveniente, entonces, es manejar esas emociones.
Existen
diferentes técnicas, yóguicas o psicológicas,
para reconducir estos sentimientos desbordados. Los yoguis descubrieron
que cada estado mental y emocional lleva asociado un patrón
de respiración diferente. De modo que, controlando la respiración,
podemos, de forma indirecta, controlar nuestros estados emocionales
y mentales. Una respiración larga y profunda es calmante,
y puede desarmar el estado de ira o el de ansiedad. Existen diferentes
patrones respiratorios que inducen diferentes estados mentales y
emocionales.
El
Yoga habla de cinco envolturas o cuerpos: cuerpo físico,
cuerpo energético o vital (asiento de las emociones), cuerpo
mental, cuerpo intelectual, y cuerpo causal. El segundo cuerpo,
el energético, está formado por lo que en Yoga se
llama “prana” o energía vital. Este cuerpo se
nutre de prana, principalmente a través de la respiración,
y es en él donde se dan nuestras emociones. Aquí podemos
ver la íntima relación que hay entre respiración,
prana y emociones.
Así
que la respiración nos permite regular, por así decirlo,
la intensidad y el caudal de nuestras emociones desbordadas.
El
Yoga de la Devoción, el Bhakti Yoga, nos permite canalizar
esta energía emocional hacia otras metas, alejándolas
de la frustración, el enfado o el miedo. Podemos así
convertir el agua emocional en el vino del gozo divino.
Es
conveniente tener un ideal espiritual o divino, una forma que represente
para el practicante de Yoga aquello hacia lo que aspira, aquello
que considera digno de todo su amor y devoción. Esto es lo
que en la India se llama “Ishta-Deva” que significa
literalmente “divinidad querida”. La tradición
yóguica nunca impone una forma de la divinidad, sino que
alienta que cada uno encuentre aquella forma que resuene en su propio
corazón. Es por ello que el panteón indio está
tan lleno de “dioses” y “diosas”, que no
son sino diferentes representaciones de diferentes aspectos del
Uno.
En
situaciones de desbordamiento emocional es una buena práctica
llevar toda esta energía hacia la Divinidad, en aquella forma
preferida de cada uno. Los cantos devocionales pueden obrar un milagro
de transformación en tales momentos, especialmente en situaciones
de ansiedad o de desánimo. Estas emociones conflictivas son
entregadas a la Divinidad, en el canto, y la Divinidad las transformará
en el vino del gozo divino.
Dice
Krishna en el Gita:
Yo
acepto cualquier ofrenda que un alma de ferviente amor me haga con
devoción. Ya sea una hoja, o una flor, o una fruta, o incluso
un poco de agua fresca: todo lo acepto, porque con corazón
puro me ha sido ofrecido por amor.
Cualquier
cosa que hagas, o comas, o des, u ofrezcas en adoración,
ofrécemelo a Mí. Del mismo modo, cualquier tipo de
sufrimiento que venga a tu vida, también ofrécemelo
a Mí.
De
este modo te habrás desligado de las ataduras del Karma,
tanto si los frutos son buenos como si son malos,
(Bhagavad Gita IX.26-28).
El
Yoga de la Devoción es una gran herramienta para el aspirante
espiritual, muy a menudo infravalorada por enfoques yóguicos
más patriarcales, o enfoques basados meramente en el cultivo
del discernimiento o del desapego, que desdeñan a las emociones
y al cuerpo. Pero el cuerpo y las emociones son herramientas maravillosas
cuando son puestas al servicio de la Divinidad, para crear el Reino
de los Cielos en el mundo. Grandes maestros yóguicos contemporáneos
han alabado el poder transformador de los cantos devocionales.
El
cultivo de la devoción nos sirve también como combustible
para encender y llevar a cabo nuestra práctica yóguica.
El amor es la mejor motivación para actuar. Un camino espiritual
que no implique al propio corazón es un camino sin vida,
que no tardará en secarse.
Toda
la práctica yóguica no es sino una preparación
para convertirnos en perfectos recipientes, sin fisuras, del vino
del Gozo y el Amor de la Divinidad:
Ni
tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así,
se reventarán los odres, se derramará el vino y los
odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo se echa
en odres nuevos, y así ambos se conservan, (Mateo
9.17).
Este
vino es en el fondo lo que todos buscamos, persiguiéndolo
en objetos del mundo que no durarán. Cualquier logro mundano
palidece ante el deleite supremo que no mengua:
Ah
luna de mi deleite, que no conoces menguante, (Omar Khayyam)
En
la interior bodega
de mi Amado bebí, y, cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía, (San
Juan de la Cruz).
La
Tierra, los cielos, el sol, la luna, las estrellas
Encuentran en el Amor el centro de sus órbitas.
Por el Amor todos son aturdidos, quedan estupefactos,
Embriagados por el vino del Amor, (Farid ud Din Attar).
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